Hace más de 4.500 millones de años, cuando el Sistema Solar
se estaba formando, todo era un caos. Millones de rocas de todos los tamaños que no consiguieron agruparse para formar
planetas impactaban continuamente contra los planetas del Sistema. Planetas
enteros debieron ser reducidos a escombros tras aquellas colisiones. La lluvia intensa de rocas, duró millones de
años y por ello algunos planetas desaparecieron y otros muestran sus
cicatrices. Se cree que nuestro planeta
chocó con un objeto del tamaño de Marte y la gran mayoría de los restos que
saltaron en todas direcciones, se pusieron a orbitar la Tierra, uniéndose tras
millones de años y formando la Luna que siguió recibiendo importantes
bombardeos de rocas por lo que hoy posee esas cicatrices, que llamamos cráteres
como la evidencia más notable de tan accidentado nacimiento. La tierra por su parte se rodeo de una
atmósfera, que servía y sigue sirviendo como escudo protector y aunque todos los días intentan entrar en la Tierra
miles de kilos de rocas procedentes del espacio, el 99 por ciento se funden en la atmósfera al
entrar en ella a kilómetros por segundo. Este gran escudo que nos protege desde hace
millones de años ocasiona que casi todas las rocas que intentan entrar se destruyan
produciendo estrellas fugaces, que en ocasiones son verdaderos espectáculos
para nuestros ojos. Por ello un impacto de un asteroide contra la Tierra,
es poco probable. Además de que la Tierra
es un objeto muy pequeño en el Sistema Solar y su fuerza de gravedad no es
suficiente como para atraer a muchos de los asteroides que pasan “próximos a la
Tierra”. Uno de nuestros aliados es Júpiter
ya que es el gran limpiador del Sistema Solar al igual que el Sol, ya que su
potente fuerza de gravedad atrapa en
ocasiones asteroides de gran diámetro que de llegar a la tierra hubiera habido
pocas posibilidades de salir adelante, por ello Júpiter hace que la tierra
tenga menos posibilidades de ser alcanzada por un asteroide. Sin embargo, el Sistema Solar cuenta con
decenas de miles de asteroides y la inmensa mayoría de ellos, se localizan en
órbitas estables alrededor del Sol, como el Cinturón principal de asteroides,
ubicado entre las órbitas de Marte y Júpiter, y en el que ya se han descubierto
varias decenas de miles, tal vez todos estos asteroides sean el resultado de un
planeta que no llegó a formarse, en un lugar prohibido debido a la fuerza
gravitatoria del Sol y Júpiter. Aunque
el número de asteroides en este cinturón es muy elevado, si se unieran todos,
probablemente el objeto que se formara, sería menor que la Luna, por ello no
representan peligro para la Tierra. El
peligro está en aquellos asteroides que no tienen órbitas estables, que pueden
ser modificadas por la aproximación a cualquier planeta por el efecto
gravitatorio y enviarlo o otro lugar del Sistema Solar o a impactar o
aproximarse peligrosamente a otro mundo.
Júpiter y Saturno son dos
planetas que modifican muchas órbitas de asteroides y cometas enviándolos a
cualquier punto del Sistema Solar y otros asteroides son completamente
desconocidos y sólo se puede, calcular su masa, órbita y otros parámetros,
cuando se encuentran a escasa distancia de la Tierra. Sin embargo existen telescopios, cada vez
mayores, pueden ver más lejos y captar antes la imagen de estos pequeños
objetos. Un último peligro para la
Tierra también radica en aquellos asteroides cuyas órbitas se internan en la
órbita de la Tierra como los asteroides Amor, Apolo y Atenas cuyas órbitas se
internan en el cinturón principal de asteroides. El peligro de colisión de la Tierra con un
asteroide ha bajado mucho a medida que pasa el tiempo, el último y mayor
impacto contra la Tierra se produjo hace 65 millones de años. Actualmente existen programas para la
detección de asteroides cercanos a la Tierra mayores de 1 Km., que podrían
provocar daños a nivel planetario, y han encontrado que en la actualidad, no
existe ningún asteroide, cuya órbita nos haga temer un impacto contra la
Tierra, ha terminado la era en que los asteroides se detectaban cuando
prácticamente se tenían en su punto de máximo acercamiento, y pero quizás lo
más inquietante son aquellos que pasaron sin ser detectados...
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