EL BARCO QUE DESAPARECIO

En la madrugada del 21 de julio de 1968, el barco pesquero Fausto se hizo a la mar rumbo a su base en el puerto español de Tazacorte, a donde deberían llegar seis horas después. A bordo viajaban cuatro personas, el patrón, Ramón Concepción Hernández de 48 años de edad y padre de 6 hijos, su hermano Eliberto de 41 años y padre de 5 hijos, Miguel Acosta Hernández de 44 primo hermano de éstos y Julio García Pino de 27 años que se había unido a ellos como pasajero apresuradamente para ver a su hija enferma en la Palma. Sin embargo, el barco nunca llego, y a las pocas horas, comenzaron las labores de búsqueda y rastreo en la zona donde se le suponía perdido, un avión Heinkel He-111 del ala 46 hizo un vuelo de reconocimiento ya que se pensó en una posible avería del motor, lo que haría que se encontrara a la deriva, por lo que el viento del Noroeste lo habría llevado a mar abierto. Hasta la tarde del día 23 no podía encontrarse la embarcación, ni comunicarse por radio con sus tripulantes, por lo que al día siguiente se incorporaron otras cuatro aeronaves, ampliando el radio de acción a unas doscientas millas. Por fin en la madrugada del día 25 se recibió la noticia de que el Fausto había sido localizado por el barco mercantil británico Duquesa, a unas 95 millas de La Palma, el capitán dijo que los tripulantes se encontraban sin novedad y después de suministrarles víveres, agua y combustible para 18 horas de navegación, les indicó el rumbo a seguir comunicando a la estación radiocostera que el Fausto llegaría en la tarde de ese día a su destino. Sin embargo, pasaron las horas y el Fausto no aparecía, por lo que el Mando Aéreo de Canarias ordenó que continuara la búsqueda, desplegando aviones de reconocimiento Heinkel He-111 y Grumman Albatross desde la Base Aérea de Gando, que volaron durante 17 horas. La Marina de Guerra, asimismo, ordenó la salida del cañonero Magallanes, el hidrográfico Cástor y los remolcadores de altura RA-2, RA-4 y RA-5, todos los cuales recorrieron minuciosamente la supuesta ruta seguida por el pesquero español tras su encuentro con el mercante británico Duquesa, pero el barco jamás apareció. Fue hasta el 11 de octubre cuando fue descubierto por el carguero italiano Anna di Magio quien lo había encontrado a 1.700 millas de Venezuela y a 1.200 de Canarias, en medio del océano atlántico a la altura del Trópico de Cáncer, cuando los tripulantes italianos abordaron el barco, un escalofrió recorrió sus cuerpos. El Fausto parecía una embarcación fantasma, totalmente vacía y sin rastro alguno de los tripulantes. En la Sala de Máquinas, se encontraron con una escena terrible ya que descubrieron el cadáver semidesnudo y momificado de un hombre joven que estaba tirado junto a un pequeño aparato de radio. Era el cuerpo del mecánico Julio García Pino, pero ningún rastro de los otros tripulantes. El capitán del buque entregó al delegado del consulado de España en Venezuela, las hojas escritas a mano que había dejado el infortunado mecánico, en la última página podía leerse un párrafo en el que Julio le decía a su mujer: “No le digas nunca a Julín lo que me pasó”(…)Luz tú sabes que Dios quiso este destino…” El capitán del Anna di Magio, decidió remolcar el barco hasta Puerto Cabello, pero unas horas después notifico a través de Radio Roma que había perdido al Fausto por haberse ido a pique durante el remolque ya que se había roto el cable que lo remolcaba. ¿Sera que estaba escrito que el Fausto nunca llegase a tierra firme?, La historia sigue envuelta en la leyenda y en el misterio durante ese tiempo han surgido muchas teorías, lo cierto es que las familias de los pasajeros recuerdan como si hubiese sido ayer aquel trágico suceso…



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